Buena semilla, en tierra buena...
1. AUNQUE SOMOS UNA MAYORÍA DE
CRISTIANOS, EL EVANGELIO NO DA FRUTOS ENTRE NOSOTROS... A pesar de la
fe que profesamos en nuestra patria desde que en ella los primeros
evangelizadores predicaron el Evangelio ya desde la llegada de los
europeos a estas tierras, nuestras actitudes humanas y ciudadanas no
aparecen demasiado impregnadas de este Evangelio. Es común ver colgados
rosarios o crucifijos de los espejos retrovisores de los automóviles.
También se ven los crucifijos, al menos por ahora, que en los despachos
oficiales. Desde allí Jesús "mira" todo lo que sucede en ellos. ¡Qué
sustos se debe llevar con frecuencia, por las cosas que le toca ver y
oír en esos lugares!
Pero, de todos modos, no sólo se trata de lo
que sucede en los despachos oficiales. También lo mismo podríamos decir
muchas veces de lo que sucede en las empresas y en las familias de
nuestra patria. Incluso a veces dentro de nuestra querida Iglesia
podemos encontrarnos muchas veces con actitudes que no responden al
Evangelio. Aunque seamos casi siempre y casi todos muy piadosos,
parecería que en casi todos los ámbitos de nuestra patria no tenemos
una gran coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos. Con
frecuencia la fe y la vida parecen tomar caminos distintos...
2. LA PALABRA DE DIOS ES BUENA
SEMILLA, QUE EN TIERRA BUENA DA BUENOS FRUTOS... Hoy nos lo explica
Jesús con esta parábola clara y transparente de la semilla que cae en
diversos terrenos. La Palabra de Dios es siempre eficaz, ya nos decía
el profeta Isaías en la primera lectura de este día. Pero el fruto
depende no sólo de su eficacia, sino también de nosotros. La semilla
buena necesita también buena tierra, para dar frutos...
Otras veces cae en nosotros como
en terreno pedregoso, que no es profundo, y no puede echar raíces,
porque se queda sólo en la superficie. Basta un poco de sol o de viento
para que la planta recién nacida se marchite. Eso es lo que sucede en
el desierto, donde las pocas plantas que hay parecen estar casi sin
vida ¡Cuántas veces la Palabra de Dios nos emociona, mueve nuestros
sentimientos, nos da una alegría inmediata, pero se queda en la
superficie! A la primera de cambio, ya nos olvidamos lo que nos decía.
Ayer el Arzobispo de Tucumán pronunciaba su Homilía en el Te
Deum del 9 de julio,
ante las autoridades nacionales, que seguramente lo escuchaban con
atención. Y a las pocas horas, voceros "oficiales y no oficiales" de
las autoridades ensayaban una "magdalena", para usar expresiones de las
plazas de toros, tratando de esquivar lo que podía corresponderles de
lo oído, como si se refiriera sólo a los demás, pero de ningún modo a
ellos...
Otras veces la Palabra de Dios
se encuentra en nosotros como entre espinas ,
que la ahogan y la hacen sucumbir. Las preocupaciones del mundo, y las
cosas de todos los días, en las que la Palabra de Dios debería
servirnos para orientarnos, como una linterna sirve para orientarnos en
las oscuridades de la noche, nos absorben de tal manera que no nos
dejan "espacio vital" para dejarnos iluminar por las Palabras de Vida
que salen de la boca de Dios. De todos modos, también es posible que
tengamos el ánimo y la decisión suficiente para no dejar pasar sin más
tanto don y tanto regalo, como es esta Palabra con la que Dios nos
habla sin cesar. Simplemente, se trata de disponernos de manera
adecuada para que la Palabra de Dios pueda dar frutos en nosotros.
confiados en su eficacia, sabemos que los frutos que pueda dar en
nosotros la Palabra de Dios dependerá del modo que preparemos el
terreno de nuestro corazón, en el que esta Palabra es sembrada como
semilla eficaz...
3. HAY QUE TRABAJAR LA TIERRA,
PARA QUE LA BUENA SEMILLA DÉ FRUTOS... A veces será mucho el trabajo
que habrá que hacer para que nuestro corazón se convierta en un terreno
fértil, en el que la Palabra de Dios pueda desplegar su eficacia. Otras
veces, con la pala y el arado, habrá que dar vuelta la tierra,
roturarla, moverla, trabajarla, alimentarla y regarla...
Con los bueyes (¿recuerdan el
domingo pasado, la imagen de los bueyes tirando para el mismo lado,
para llevar con Jesús el yugo suave de la Cruz y la carga liviana del
amor?), o con maquinarias más sofisticadas, a nosotros nos tocará
trabajar la tierra personal, la de nuestra propia familia y también la
de los otros ambientes y lugares donde nos movemos, incluida la casa de
todos, que es nuestra patria, para que allí donde sea que estemos,
recibamos con un corazón bien dispuesto, esta semilla buena que es la
Palabra de Dios, que quiere y puede dar en nosotros cada vez más
mejores frutos...