Dios espera...
Queridos amigos:
1.
EN NUESTRO TIEMPO ABUNDAN
LOS SIGNOS DE LA
INTOLERANCIA... Por todos lados nos encontramos con actitudes
intransigentes de personas que piensan que sus problemas se
acabarían
quitando de en medio (literalmente, haciéndolas desaparecer
del mundo
si fuera posible) algunas personas que obstaculizan sus planes o sus
ideas...
En
el orden internacional,
los actos
terroristas que vienen sucediéndose en los
últimos tiempos (11S en
Nueva York, 11M en Madrid, 7J en Londres) pueden ser interpretados como
signos claros de la "decadencia del imperio", que encuentra dentro de
sí mismo los peores enemigos, aunque se empecine en
buscarlos afuera.
La división que genera una cultura basada en el consumo, que
va dejando
a muchos sin voz y excluidos de la participación en el mundo
"de los
otros", la distancia infranqueable que se va produciendo, el abismo
entre los pobres, cada vez más y más pobres, y
los ricos, cada vez
menos y más ricos, van llevando a un enfrentamiento que
tarde o
temprano se producirá en gran escala, y del que los actos de
terrorismo
no son más que anticipos. La así llamada
"globalización", que podría
entenderse también como un dominio de los poderosos sobre
los débiles
que se extiende sin fronteras de un lado al otro del mundo, no puede
sino provocar la reacción de los que se encuentran sometidos
por tantas
nuevas formas de esclavitud que no los dejan participar en los
beneficios sino sólo en los perjuicios del mundo
desarrollado, hasta al
precio de la inmolación de la propia vida...
2. DIOS ESPERA EL
TIEMPO DE
LA
COSECHA PARA ARRANCAR Y QUEMAR LO QUE NO SIRVE... Como
veíamos el
Domingo pasado, la
Palabra de Dios es la semilla buena, que Él no
deja de sembrar en
el mundo. Pero también se siembra la maldad, que hoy vemos
reflejada en
la cizaña, en todos los corazones. El demonio, que ha sido
derrotado
para siempre por Jesús en la Cruz, ya que queriendo
destruirlo por la
muerte lo hizo llegar al Cielo, sigue sembrando estas semillas de
maldad en el mundo que Dios ha hecho bien.
La
cizaña es una
semilla que se
parece al trigo, y sólo se la distingue bien cuando ha dado
su fruto.
La cizaña no alimenta, sino que envenena. Así
también, el mal divide y
enfrenta, mientras que Dios une y lleva a la comunión de los
hombres
con Él y de los hombres entre sí. Es verdad que a
todos nosotros nos
gustaría un mundo en el que sólo hubiera hombres
buenos. Pero eso no es
posible. En todos los corazones humanos, entonces, hay algo de bueno y
algo de malo en diversas proporciones. Nadie es ya totalmente bueno, de
modo que ya no pueda mejorar en nada. Como nadie es todavía
totalmente
malo, de modo que ya esté irremediablemente condenado...
Mientras
vamos de camino en
este mundo, el lugar de la batalla entre el bien y el mal es el
corazón
de cada uno de nosotros. Se trata, entonces, con el esfuerzo y el
trabajo cotidiano, de fortalecer el crecimiento del bien en cada uno de
nosotros y en los que nos rodean, sin destruir "el campo de batalla",
todos y cada uno de los hombres llamados por Dios a la vida
en este
mundo. ¿Qué hubiera pasado si en tiempos de San
Agustín se hubiera
decidido "aniquilar" a todos los adúlteros y libertinos?
Pues
sencillamente nos hubiéramos quedado sin este enorme santo,
que al
momento de su conversión andaba por esos malos caminos.
Desde allí, por
la gracia de Dios y la fidelidad de su respuesta, llegó a
ser el gran
Obispo que fue, predicador insigne y maestro de la fe...
3. HACE FALTA
INDULGENCIA Y
TOLERANCIA, HASTA QUE LLEGUE EL TIEMPO DE LA COSECHA...
La Omnipotencia
de Dios, nos dice hoy el Libro de la Sabiduría, lo hace
indulgente
hasta el tiempo de la cosecha...

Dios es el que cosecha, y a
nosotros nos
llama a perseverar en el bien, con indulgencia y con tolerancia. San
Agustín, que había conocido los caminos desviados
que llevan a la
perdición y había encontrado por gracia de Dios
el retorno a la buena
huella, nos exhortaba muchas veces a señalar el error en
nuestros
hermanos, pero amando siempre al que erra. A la hora de la
corrección,
por lo tanto, no hay que ponerse en un estrado superior, desde el que
hagamos sentir nuestro supuesto bien a los demás como un
peso que los
hunde en vez de levantarlos. al contrario, nuestra
corrección tendrá
que salir siempre de un corazón que arde en el amor, que con
una
sonrisa comprensiva se acerca para ayudar a levantarse al que se ha
caído...