1. CUANDO RECIBIMOS VISITAS EN
CASA, SIEMPRE NOS DEJAN SUS HUELLAS...
Cuando recibimos visitas, tal como sucede con frecuencia en estos días
de fiesta,
nos lleva un buen tiempo preparar la casa, ponerla en orden, quizás
incluso
arreglando muchas cosas que, si no fuera porque llegan estas visitas,
quedarían
rotas o desordenadas por vaya uno a saber por cuanto tiempo. Y una vez
que termina la visita y se van los huéspedes,
siempre quedan sus huellas...
La primera huella que podemos
constatar es que muchas cosas quedan sucias o fuera de lugar,
porque es natural que hayamos usado mucha vajilla, muchos vasos y
muchos cubiertos para la comida y la bebida de cada día. Además
seguramente hemos utilizado muchas botellas y otra cantidad de cosas de
las que quedan dando vuelta los envoltorios. También seguramente nos
quedan los regalos que nos han traído los visitantes, como signo de su
cariño...
Pero además de todo esto, también quedan las
huellas más importantes que nos
dejan las visitas, que son las que nos dejan en el corazón. La visita
de
los amigos y de los familiares en nuestras casas con ocasión de las
fiestas son una oportunidad de
intercambio fraterno que va mucho más allá de darnos noticias unos
sobre los otros. Nos permiten también un intercambio espiritual, que
nos hace crecer a todos. Por eso, cuando se
van los que nos han visitado, normalmente descubrimos que hemos nuestro
corazón late más fuerte, de manera distinta, por todo lo que hemos
recibido de ellos. Cuando se van las visitas, no somos igual que
antes que ellas hayan
estado...
2. SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
ES LA MAYOR HUELLA DE DIOS EN EL
MUNDO... Dios se hizo Hombre cuando, viendo la postración en la que nos
había dejado el pecado, quiso salvarnos. Siendo Dios de verdad, quiso
hacerse
Hombre también de verdad, para salvarnos "desde adentro", asumiendo
nuestra condición humana y siendo uno de
nosotros. Para eso se eligió una Madre, y nació verdaderamente, como
Hombre, y como Dios. Así María es, como Madre de Jesús, verdaderamente
Madre de Dios...
Esto marcó definitivamente a María, que ya en
previsión de su misión maternal fue preservada desde el primer instante
de su concepción de toda mancha, tal como lo hemos celebrado el 8 de
diciembre en la Solemnidad de la Inmaculada
Concepción. Por eso podemos decir que María es la mayor Huella que
Dios ha dejado en el mundo, desde el
momento en que decidió hacerse Hombre para salvarnos y vino a
visitarnos. Buscando esos
brazos maternos que lo cobijaran, hizo de María su Madre. María, que es
verdaderamente Madre de Dios, acompañó su camino de salvación
desde el Pesebre hasta la Cruz, y al pie de la misma participó del
ofrecimiento con el que Jesús se entregó al Padre para salvarnos. Y al
pie de la Cruz, Jesús nos ha confiado a su Madre, para que sea también
Madre nuestra...
Ya la oración más antigua que se conoce
dirigida a María la nombra con este título de Madre de Dios: Bajo
tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien, líbranos de todo peligro. Virgen gloriosa y bendita.
3. DIOS NOS DARÁ SU PAZ, SI LO
RECIBIMOS EN EL CORAZÓN Y EN EL MUNDO...
Por eso, hace ya 39 años los Papas (primero Pablo VI, después Juan
Pablo II y ahora Benedicto XVI), han querido que el día en que comienza
el año y se celebra la Solemnidad de María, Madre de Dios, sea también
la Jornada Mundial de la Paz. La Paz siempre surgirá de la sencillez
del Pesebre, en el que
nació Dios hecho Hombre, que fue recibido por María, José y los
Pastores...
Esta
luz de la verdad tiene un resplandor especial en el Pesebre, al que el
mismo Benedicto XVI nos exhortaba a retornar, en su Predicación
de la Nochebuena recién pasada. En este tiempo en que se absolutiza
lo que es relativo, un
totalitarismo intolerante se impone solapadamente en nombre de la
libertad, advertía Benedicto XVI a los jóvenes en la Jornada
Mundial de la Juventud celebrada en Alemania en agosto pasado. Así,
lo relativo no deja espacio para Dios en el mundo. Por eso el
Papa nos recuerda en su Mensaje
de este año para la Jornada Mundial de la Paz que luchar contra
Dios para extirparlo del corazón de los hombres lleva a la humanidad,
temerosa y empobrecida, hacia opciones que no tienen futuro. Por eso
también nos exhorta a los que hemos visto y oído a Jesús en el Pesebre
para
que, escuchando
el Evangelio, aprendamos a fundamentar la paz en la verdad de una
existencia cotidiana que se inspire a cada paso en el amor. No bastará,
por supuesto, un amor sólo a la medida humana.
Siendo el amor la forma más alta y más noble de relación
de los seres humanos entre sí, no podemos olvidar que sólo
encontraremos la Paz, para nosotros y para el mundo, cuando nuestros
corazones se abran como el de María, para recibir a Jesús, junto al
Pesebre, en el que el Amor de Dios se ha entregado al mundo... Volver al inicio de la predicación...