La misericordia es para todos...

Queridos amigos: 

Este Domingo, 18 de marzo de 2007, Domingo IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico C, celebré Misa en Lisboa, Portugal, y partí para Fátima, donde hoy presidí la celebración de la Solemnidad de San José, Patrono de las Hermanitas de los Pobres y sus Hogares. Aunque no prediqué en ninguna de las dos oportunidades, pensé estas reflexiones que surgen de las lecturas de la Misa dominical y de los pasos dados en estos días:

Ancianos1. LA FIESTA ES PARTE DE LA VIDA, AUNQUE A VECES FALTEN MOTIVOS PARA FESTEJAR... Aunque a veces  nuestro estado de ánimo habitual parezca desmentirlo, la fiesta es parte de la vida. Es que muchas veces nos ganan el corazón los motivos de tristeza y amargura, y nos vamos acostumbrando a andar con las cejas arqueadas de arriba para abajo, y con la comisura de los labios en esa misma posición, con una expresión inequívoca de que no encontramos los motivos que nos permitan festejar. En lugares de peregrinación como Fátima se ven llegar muchas personas que llegan cargadas de esperanza y movidas por la fe, pero al mismo tiempo doblegadas o arqueadas por el peso de los años, o de las enfermedades, o de la vida o simplemente de los propios pecados...

Buho¡Cuántas veces recién despertados nos comienza a doler el cuerpo en algún lado, y ahí mismo comienzan nuestras quejas. O en un momento recordamos algo que nos han dicho los vecinos, o que hemos visto en los diarios, o simplemente porque nos a disgustamos con el clima, porque no nos gusta que esté nublado, o porque hace demasiado calor, o porque llueve, o porque hace mucho que no llueve, enseguida nos envuelven los motivos que van gestando en nosotros una cara llena de tristeza, de enojo o de amargura...

Sin embargo, no son estos los motivos más graves que nos apartan de la fiesta. Aunque la vida haya sido hecha para la fiesta (el Cielo, que es la fiesta completa y total, es la meta de la vida, a la que Dios nos ha llamado), muchos males que nos tocan sufrir, y que encuentran su causa en nuestras propias rebeldías o pecados, que nos apartan de Dios, y en los de otros hombres y mujeres de nuestro tiempo y espacio, son los que no nos dejan vivir la fiesta, que es siempre y necesariamente parte de la vida...

En realidad, muchas veces la vida nos resulta más amarga que feliz y encontramos a lo largo de nuestro camino muchos más motivos para lamentarnos que para sonreír porque nos hemos tomado la vida por nuestra cuenta, olvidándonos de Dios como si nos perteneciera de tal manera que podemos hacer de ella lo que se nos antoje (así hizo el hijo de la parábola que pidió a su Padre la parte de la herencia que le corresponde y se la gastó licenciosamente como si fuera suya; conviene tener en cuenta que la herencia no pertenece a los herederos mientras el Padre vive). Y otras veces, aunque estemos muy cerca de Dios, no alcanzamos a darnos cuenta que con Él no nos puede faltar nunca la alegría (como el otro hijo de la parábola, que se quedó en la casa con su Padre, y no fue capaz de darse cuenta de todo lo que tenía casa para alegrarse). Para uno y otro caso, hoy Jesús nos muestra, a través de esta parábola, cuáles son los motivos de la verdadera alegría...

Padre misericordioso2. DIOS, PADRE MISERICORDIOSO, ES LA FUENTE DE LA VERDADERA ALEGRÍA... Cualquiera sea el motivo que nos impide vivir la vida como una fiesta, encontraremos el remedio de la misma manera que se les ofreció a los hijos de la parábola: Dios, Padre misericordioso, está siempre con los brazos abiertos, a la espera, para brindarnos su perdón y recibirnos cálidamente en su casa...

En realidad todos, de alguna manera, hemos tomado el camino del hijo que reclamó la herencia (que todavía no le pertenecía), para mal gastarla sin frutos, quedándose "en la calle", muriéndose de hambre. Así estamos cuando, con todo lo que hemos recibido de Dios, gastamos nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestros dones (que todos, sin excepción alguna, tenemos), sin dar los frutos que de ellos podemos esperar, y el mismo Dios tiene derecho a esperar...

FátimaSi nos faltan sonrisas, fiesta y alegría en nuestra vida, no es porque no tengamos motivos para tenerlas. Simplemente sucede que no las buscamos en el lugar indicado. Dios, Padre misericordioso, es la fuente de la verdadera alegría. Él siempre está dispuesto a recibirnos nuevamente, siempre está ansioso por vernos retomar el buen camino cuando lo hemos perdido, siempre nos está esperando, y corre hacia nosotros apenas le mostramos que estamos dispuestos a retomar la buena senda...

Muchas cosas se pueden decir de Fátima, pero una queda claramente a la luz, con el lema con el que se preparan en este lugar para celebrar los 90 años de las apariciones a los pastores (los Beatos Francisco y Jacinta, muertos en 1919 y 1920, y la Hermana Lucía, que murió en el 2005, después de Juan Pablo II): es un lugar donde se manifiesta la misericordia de Dios...

MisericordiaNo son los anuncios catastróficos los que ponen en evidencia la importancia de este lugar santo, sino el anuncio sencillo y maravilloso de la misericordia de Dios que se ha hecho Hombre para salvarnos, y de todos los modos posibles y a cada paso nos ofrece su misericordia y su perdón. Aquí sucede a cada minuto el milagro más grande, el de la misericordia de Dios que sale al encuentro de los corazones necesitados de su perdón. Todo está organizado para que, más allá de una ciudad entera que ha nacido y crecido en un lugar que hace 90 años era sólo campo, a raíz de todo el movimiento que crea la atención de los interminables e incesantes peregrinos, todos los que llegan puedan encontrarse con el Señor que se manifiesta en su Palabra y en sus Sacramentos, para la salvación de todos los que se acogen a su misericordia...

Por otra parte, no basta con ser "piadosos", y estar siempre "cerca de Dios", para tener los verdaderos motivos de alegría. En la parábola de Jesús, uno de los hijos se quedó siempre en la casa de su Padre, pero vivía amargado. Se quejó a su padre porque, a pesar de que "ese hijo suyo" (el otro) había malgastado sus bienes, cuando volvió lo recibió con fiesta, como si nada hubiera pasado. En realidad, no había nada de qué quejarse, el Padre hacía lo que correspondía, no podía ser de otra manera, pero el "hijo bueno" no era capaz de la alegría. De la misma manera, se puede decir, no son los que peregrinan a los lugares santos los que tienen garantizada su salvación, sino los que en cualquier lugar del mundo están de rodillas, abiertos a la misericordia de Dios...

Hijo pródigo3. LA FIESTA ES PARA TODOS, NOS TIENE QUE ALEGRAR EL PERDÓN DE LOS DEMÁS... La fiesta, de la que está salpicada la vida entera, es siempre signo y anticipo, cuando viene de Dios, de la gran Fiesta a la que Él nos ha invitado, que es el Cielo. Esa fiesta del Cielo, de la que la vida no es más que un camino de acceso y de preparación, es para todos. Dios, que no obliga a nadie a ir a esa Fiesta, ya que sólo invita, no quiere, sin embargo, dejar a nadie afuera de ella. Por esta razón, no basta hacer nuestro camino con "buena letra". Además, para participar de la Fiesta, hay que tener un corazón a la medida de las alegrías de Dios, es decir, un corazón que se alegre también cuando nuestros hermanos que han errado el camino, se arrepienten y se animan a retomar el buen camino...

CieloUn lugar como el Santuario de Fátima en Portugal, así como muchos otros en todos los rincones del mundo, sin olvidar Luján, sede de la "Patrona" de Argentina, es un lugar de fiesta, donde todos los dolores del mundo se encuentran con la maravillosa misericordia de Dios. Aquí se ve la vida humana en todas sus dimensiones: están los que llegan llenos de fe, están los que parten de aquí con su fe reanimada, están los que viven de la fe de los demás, están todas las riquezas y las miserias de la condición humana, como en todo lugar. Pero especialmente está dando sentido a este Santuario, como a todos los Santuarios del mundo, la misericordia de Dios, que ilumina con su Luz a todo el que quiere dejarse iluminar, dando sentido a nuestra vida y permitiéndonos alcanzar la meta para la que él mismo nos ha hecho...

Para que podamos participar de la alegría del Cielo no basta con que "seamos buenos" o estemos dispuestos a "pedir perdón" cuando no lo hacemos. También hace falta que seamos capaces de alegrarnos cuando los demás lo hacen. Para decirlo con toda la crudeza que esta Palabra de Dios implica: Dios llama también al Cielo, y quiere que lleguen por el camino de la conversión, los terroristas que tiran bombas, y también los otros que, sin el título de terroristas, también las tiran y matan hombres, mujeres y niños. Dios también llama al Cielo a los que secuestran, y a los que nos hacen trampa, robándonos futuro, ilusiones y dinero desde las funciones de gobierno. Dios llama a todos a la Fiesta del Cielo, y seremos capaces de participar en ella si somos capaces de alegrarnos, no sólo cuando Dios nos perdona, sino también cuando lo hace a los demás...


Lecturas bíblicas del Domingo IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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